Es el suceso de este año en Telefé: la nueva edición de Gran Hermano mueve multitudes de
telespectadores tanto por la tradicional pantalla chica como en las redes. Tratando de captar el móvil de quienes han sido seleccionados como participantes, notamos que están "robotizados". Se los ve como admiradores del formato al que han estudiado muy bien, por lo que lejos de transmitir historias personales (salvo alguna excepción) y de mostrarse medianamente "humanos", están especulando día y noche para nominarse entre sí. Resulta muy poco empático el producto en general, más allá del rating. Por otra parte, Santiago del Moro es muy buen conductor pero no muestra gran sensibilidad con cada participante sino que cumple a la perfección con su rol. Nada más, incluso es cortante y deja a más de uno sin respuesta, pasa al punto siguiente que le dicta la producción por la famosa y detestable "cucaracha". Si no es así, es lo que muestra, lo que da en pantalla. En este sentido, Jorge Rial le daba mayor calor a su relación con los "hermanitos", aspecto cuya carencia se siente y mucho.