Asistimos a la última función de La omisión de la familia Coleman, en el Auditorium, con elenco local, y gran convocatoria del publico, Buenas actuaciones, si bien la primera parte de la obra resulta un tanto alocada, bulliciosa, y sin definición , cuando se llega al caso de la abuela en particular, la cosa cambia y nos enteramos de lo que debemos saber. Muy buena puesta, muy sòlidas actuaciones, gente con enorme capacidad escènica. Felicitaciones.
Otelo, con dirección y versión de Nicolás Prado y
protagónico de Juan Palomino fue todo un descubrimiento. Es una puesta que ya
se hizo y se buscó otro elenco para hacer esta versión. Vale la pena. El Yago a
cargo de Fabio Prado González es impagable, así como el Otelo de Palomino a
quien hemos visto trabajar en el teatro Sn Martín de Buenos aires. Aquí se
incluye un quinteto de músicos en escena, que trabajan en oscuridad. Muy
buenos, destacamos al trompetista Maxi Mazzeo porque tenemos la sospecha que
pertenece a la familia de don Domingo Mazzeo, notable trompetista. No lo
pudimos confirmar.
Una curiosidad de la puesta es que nadie se va por el foro, todos los actores quedan expuestos en el escenario pero en sombras. El vestuario es actual, siendo una versión que respetó el original de Shakespeare, y al mismo tiempo le dio presente. A veces olvidamos que una gran parte de las obras del gran Bardo tenían que ver con luchas entre ejércitos o comandos, como se llamen. Así que también este marco fue respetado porque Otelo, el Moro de Venecia, era un combatiente. Es interesante destacar la utilización de los espacios, que incluyen la platea y un sector de los pullman, los más cómodos que vi en toda mi vida . Aplausos de pie, final pleno de tensión, que, aunque se conozca, fue actuado de tal manera que conmovió. Aplaudimos a rabiar, como todo el público.